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Meditaciones



Somos seres espirituales, energéticos en una experiencia física. En algún momento de nuestra vida, más allá del contenido “espiritual”, hemos podido vivenciar situaciones o momentos vitales en los que hemos sentido que hay algo que trasciende lo cotidiano, algo más grande que nosotros, una percepción de respirar “alguna cosa” diferente que nos conecta con estados de plenitud o paz interior o de grandeza o de belleza indescriptible. A pesar de ello, vivimos en un día a día mayoritariamente desconectado de esa percepción, de nuestro interior, identificados totalmente con ese personaje de experiencia física.

Las vivencias que tenemos, la agitación emocional, las tareas que nos ocupan, todo lo que “tenemos que hacer” nos mantienen fuera de nosotros alejados de aquello que nos habita que es el Alma y la conexión con la Vida.

Meditar es una forma de volver a esa conexión, a ese silencio interior donde nuestra mente se acalla y tomamos consciencia de aquello que Siempre está ahí, debajo del “ruido”, que es La Vida. Es un estado de no-mente, de consciencia pura, de Presencia interior donde nos convertimos en testigos silenciosos de todo aquello que le ocurre “al personaje” que somos, testigos de nuestras sensaciones corporales, de nuestros pensamientos y emociones permitiéndonos “volver a casa”, a la conexión con la Verdad profunda que subyace que es La Vida.

La experiencia de meditar está totalmente desligada a la creencia interior o espiritual. Conectar con ese estado no tiene que ver con tener creencias religiosas ni místicas, ni espirituales, tiene que ver con una realidad presente en la que nuestra mente se acalla y se despega de los pensamientos, sensaciones, emociones tomando perspectiva y encontrando un estado de Paz Interior que reside en el día a día.

Muchas personas rechazan la propuesta de meditar porque sienten que no pueden estar quietos tanto rato o porque sienten que sentados solo en silencio se agitan más con una “cabeza que no para”. Tenemos la imagen de meditar sentados, en silencio respirando. Esa es una forma de acceder al estado meditativo, a esa conexión. Pero la meditación también puede ser activa. Porque meditar es acceder a ese estado de Presencia, de Silencio Interior en el que únicamente SOY, estando Total y Plenamente consciente en el Momento Presente. Así pues, puedo encontrar ese estado meditativo, fregando tranquilamente los platos o limpiando las hierbas del huerto o haciendo aquello que me apasiona tanto que me abstraigo del mundo.

Pero para amplificar la profundidad de este estado y consolidarlo en mí, es importante añadir la consciencia. Es hacer presente la sensación de transparencia, en el que “el personaje” ha perdido protagonismo y ha tomado espacio otro estado en mí, tomando consciencia que en ese momento “sólo Soy”. Es activar la escucha y observación de qué es lo que en realidad se hace presente. Y es esa conexión con La Vida.

En ese momento contemplo La Vida, aquello que fluye y existe en una capa profunda más allá de los vaivenes de nuestro día a día, como la calma en el fondo del mar, en la arena, mientras en la superficie ruge un mar embrabecido y las olas agitan el agua. Como el silencio que reina en el cosmos más allá de los sonidos de los claxons, de las fábricas, de las máquinas, de los gritos agitados, de nuestra sociedad. Es hacernos conscientes que pertenecemos a algo mucho más grande que es La Vida y permitirnos dejarnos sostener por ella.

Este camino de conexión a través de la meditación como hemos escrito puede realizarse de forma activa o pasiva y también puede llevarse a cabo de forma libre o guiada. Podemos inducirnos nosotros mismos a este estado meditativo, una vez lo tenemos integrado en nosotros o podemos dejarnos acompañar para conectar con ese estado.

Las meditaciones guiadas son propuestas hacia viajes de conexión. Es una forma de facilitar ese estado y toma de consciencia. En ese momento nos abrimos a la escucha y ponemos confianza en dejarnos llevar, como una pluma reposando en un río dulce. Es importante para ello que conectes con quien guía la meditación y que te sientas a gusto, ya que la clave reside en este aflojar confiado. Algunas personas dejan de meditar porque dicen que la meditación no les funciona o se ponen nerviosas. Eso puede ocurrir por resistencias internas pero también porque algo en mí no se afloja a la escucha de la voz que acompaña la meditación. Si es así, dale otra oportunidad a la meditación y escucha otras personas, tal vez puedas encontrar con quien conectes y te facilite dejarte llevar.

Una vez aflojados, desde ese estado, podemos realizar meditaciones enfocadas. Podemos dirigir nuestra atención para conectar determinados aspectos para poner Luz y hacerlos conscientes en nosotros o para trabajar en temas concretos, como pueden ser las meditaciones de los momentos astrológicos que os proponemos.

Así mismo, las meditaciones pueden ir acompañadas con herramientas para facilitar o potenciar la conexión y las sensaciones. La música, los aceites esenciales, el incienso, los cuencos tibetanos, los mantras, los mudras… Cada uno puede ir descubriendo en su camino qué le acompaña más.

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